En la Ciclovida, se abre camino un futuro chef

Desde que tenía uso de razón, Giancarlo Mosquera ha vivido entre pailas, ollas, sartenes y platones. Por eso no es raro que a sus escasos 14 años ya esté pensando en terminar su bachillerato para empezar a estudiar gastronomía en una academia de prestigio.
En la actualidad vive en el barrio El Poblado I, cursa octavo grado en la Institución Educativa Oficial Lizandro Franky y oficia como papá de lunes a viernes, como hijo los sábados y como empresario los domingos.
De lunes a viernes prepara pericos, arepa y chocolate para el desayuno; así como sudao de pollo, arroz, tajadas y papas fritas para el almuerzo de su padrastro, su mamá y sus dos hermanitos, de 6 y 4 años. Los dos primeros se van a trabajar y los dos últimos a estudiar. Él estudia en la jornada de la tarde y eso le facilita los quehaceres del hogar.
Los sábados madruga a pelar y picar piña, para luego salir con su mamá a venderla en las plazas de mercado y entregar los encargos; mientras que los domingos se levanta a las 5:00 de la mañana a rallar mango y picar piña, productos que vende en la Ciclovida de la calle 9ª en el paradero de la carrera 39, con sal, limón y pimienta.
“A mil, a mil, a mil… mango con sal y pimienta a mil. A mil, a mil, a mil… la piña fresca y dulcecita, con sal y pimienta a mil”, se oye promocionar en un parlante la voz chillona de su hermanita Arayana, quien a sus 6 añitos ya se siente locutora.
“Yo pico y empaco 50 vasitos de mango y 50 vasitos de piña. Cada uno lo vendo a $1.000 y se me van rapidito porque eso es muy barato, aunque no falta el que me reclame porque el vaso es muy pequeño”, dice Giancarlo con cierta inocencia.
Con esa plata -continuó- me pago los gastos del colegio, como fotocopias y publicaciones y me alcanza para ahorrar, pues no pago transporte porque mi padrastro me trae y me lleva. De esa manera pude comprar el celular con el que recibo clases y tengo en mente comprar un computador de esta misma manera.
“La verdad, le tengo que dar gracias a la Alcaldía de Cali que me ha permitido poner mi negocito acá, pues a pesar de que yo sé que el trabajo infantil no es lo más recomendable, yo tomo mi oficio acá como algo que me ocupa el tiempo y me representa un ingreso, pero nunca he sentido que estoy esclavizado o explotado porque es mi propio negocio y mi propia iniciativa”, dice como si fuera un viejo.
“Mi sueño es ser un chef reconocido. Que pueda montar mi restaurante, organizar banquetes, atender reuniones y darle empleo a toda mi familia, pues todos sabemos cocinar y no nos da pereza. Además, la gente tiene que comer todos los días”, asegura.
William López Arango.
Fecha de publicación 01/08/2023
Última modificación 01/08/2023