Montebello, un corregimiento con mucha fe
Montebello es un corregimiento sui generis. No solo es el más pequeño y más densamente poblado de los 15 que tiene Cali en su zona rural (21,378 habitantes por kilómetro cuadrado), sino que es tan pendiente que -al parecer- las calles no las pavimentan sino que las repellan.
Hay andenes que para bajarlos, hay que hacerlo por escalera o tirarse en paracaídas. De allí la tortura para las personas que tienen movilidad reducida o necesitan de muletas o silla de ruedas. La estrechez de las vías difícilmente permite el flujo de dos vehículos en simultánea y existen callejones construidos con huellas vehiculares y placa huellas.
Sin embargo sus 8.821 habitantes viven felices. Para mitigar el flujo vehicular cuenta con la ayuda de Diego Fernando Montealegre, un improvisado ciudadano conocido como ‘Chiva renca’, quien hace las veces de guarda de tránsito y regula los carros que bajan de Golondrinas, La Paz, El Rosario y otras veredas.
Vive de lo que le da la gente por su labor, pues pagó una condena de 3 años en la cárcel de Villahermosa por un operativo contra piratas de tierras en el que fue involucrado. El 2 de diciembre de 2002, estando borracho dentro del centro penitenciario, se cayó desde un tercer piso, quedando en coma durante 45 días, por lo que fue indemnizado y liberado. Por fortuna la boca le quedó intacta y saca fuerzas para hacer sonar el pito.
Un santuario en Montebello
En la calle 7 Oeste N° 43-19, curiosos y devotos paran, se persignan y se arrodillan para rezar ante el altar – pesebre que fue construido en la calle allí hace ocho años por la matrona Pacífica Asprilla Rivas, conocida como ‘mamá Patricia’, para erradicar el basurero en que habían convertido ese pedazo de vía.
Su casa es un espectáculo digno de ver: Tres pisos, una terraza y un sótano pintados de color naranja, balaustres blancos, cascadas, pinturas de paisajes, una lámpara sicodélica y una escalinata de jardines y flores desde la entrada de la casa hasta el andén que empata con la calle donde está su obra.
“Me nació hacerlo porque acá en Montebello no hay parques para que los niños vayan a jugar y mucho menos a rezar una novena al Niño Dios en diciembre. Coloqué a María, José y al Niño en medio de flores e hice la novena de aguinaldo, a la que asistieron más de 200 niños”, dice Pacífica.
“Me tocó ir a conseguir regalos -continuó- pero nadie me dio. No me creían. De mi bolsillo compré regalos para todos, les di natilla, buñuelos y gaseosa. Casi me quiebro, pero me nació del alma y continué con la tradición”.
Su esposo, Luis Carlos Bedoya, y su hijo Sebastián le ayudaron en ese propósito y hoy en día son sus soportes para instalar las luces, los adornos y los villancicos. Todo con plata de ellos. La satisfacción más grande es ver la felicidad de niños que no tienen cómo acceder a un regalo en navidad.
Una vez pasó la temporada decembrina, las personas continuaron visitando el altar, por lo que ‘mamá Patricia’ le incorporó a la Virgen del Carmen, a San Miguel, el Sagrado Corazón de Jesús y al Señor de los Milagros.
Por lo que a cualquier hora del día y en cualquier época del año ella contempla desde su balcón a personas con lágrimas en sus ojos y camándula en sus manos, rogándole a Dios que les haga un milagrito.
William López Arango
Fecha de publicación 24/09/2022
Última modificación 24/09/2022