‘Doctor Mao’ y su paso por Santa Librada

‘Doctor Mao’ y su paso por Santa Librada


En medio de la celebración del Bicentenario del Colegio de Santa Librada, uno de los diez colegios ‘santanderinos’ que completa dos siglos formando a los colombianos, Mario Alfonso Escobar, más conocido como el Doctor Mao, recuerda sus vivencias en los seis años que pasó recorriendo los salones, pasillos y canchas del icónico colegio.

Orgulloso de ser egresado del colegio más importante y con mejor reconocimiento de su época, cuenta que su madre decidió cambiarlo de colegio cuando ingresaba a quinto de primaria, porque se tenía la creencia de que quienes se preparaban en la Concentración de Quintos ingresaba a primero de bachillerato a Santa Librada.

“Eran colas inmensas para inscribirse a los exámenes de admisión y después, las colas para ir a ver los resultados, que eran publicados en las carteleras de la institución”. Recuerda que su madre lo acompañó y fue la más feliz al darse cuenta que había pasado el examen y que ingresaría al “mejor colegio de Cali”.

“En esa Cali que se nos fue, extrañamente, los pobres teníamos lo mejor y lo mejor era la educación pública. Y en educación pública, Santa Librada. Y de Santa Librada sus docentes. Sus profesores eran implacables, no transigían absolutamente nada”.

Había profesores muy buenos, entre ellos recuerda a ‘Pichita’, Ricardo Fajardo, profesor de matemáticas de grado sexto, era estricto y muy exigente. ‘Mango biche’, de Castellano; Herminsul Jaramillo, un normalista joven pero que dio resultados por su manera de enseñar.

También recuerda a Ernesto Sánchez Tello, a quien le decían ‘Sancho Panza’. A ‘Guerrerito’, Gilberto Mier, ‘Chélula’, Ómar Velásquez Jaramillo, Roberto Cohen, Saavedra ‘Frijolito’, el ‘paisa Gómez’, ‘Pajarito’, Jaime Benítez, Cuervo, Ordoñez, Suárez, Monsiur Cruz, el padre Argemiro García y ‘don’ Pablo Manríque, Martiniano Tascón, fueron otros de los profesores que recuerda con cariño el ‘Doctor Mao’.

Dice que en su época de colegio él era muy bueno para literatura, de hecho, hizo parte del centro literario. También le iba muy bien en geografía e historia, pero dice que le costó mucho las matemáticas. Estudiar en Santa Librada, era un privilegio, dice, “a uno lo miraban de arriba hacia abajo, a uno lo veían como una persona extraña, como del otro mundo, como preguntándose ¿cómo hizo?”.

Pero como todo estudiante, hizo una que otra pilatuna; con picardía recuerda una travesura de la que hizo parte: “le pusimos una petaca en el tarro de basura a Suárez, nuestro profesor de francés. Tenía una cuerda larga, la prendimos, él empezó la clase y eso empezó consumirse y como a los diez minutos… ¡pega ese estallido!, sonó durísimo; a ese hombre casi le da un infarto y nos pusieron una nota de mala conducta a todos, porque, ¿quién se iba a responsabilizar de ese acto?”.

Henry García, Douglas, Oso, Rentería, Hernando Mafla, fueron varios de sus grandes amigos. “En Santa Librada yo edifiqué una frase que era el código de la amistad. Éramos, muy amigos, era uno en la piel del otro, uno hacía todo lo posible para que su compañero saliera adelante, no se quedara; teníamos que ayudarlo, había que hacer cualquier cosa para que las dificultades de su amigo fueran superadas”.

Dos anécdotas le sacan carcajadas, una, el purgante: “Cuando uno llegaba a primero lo purgaban con un purgante espantoso, quinopodio, que era un aceite de carro, que eso le sacaba a uno hasta los ojos, pero lo dejaba limpio”.

Y dos: “un día don Pablo la vio lanzar un ladrillo, llamó a la Liga y les dijo, les voy a mandar una campeona. Isaolina Vergara, fue campeona y era la que atendía el colegio”.

Luz Adriana Cerquera R.


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Fecha de publicación 29/01/2023
Última modificación 29/01/2023

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