Crónica de un secuestro, inocente pero doloroso

Crónica de un secuestro, inocente pero doloroso

Esta es la especie de periquitos barreteados (Bolborhynchus lineolo), a la cual pertenecían Banner y Flappy.


Esta historia la quiero compartir con dolor y algo de vergüenza. En mi niñez (más o menos desde mis seis años hasta los 16) tuve dos loritos como animales de compañía. Lo recuerdo porque tengo fotos con ellos hasta en mis 15. Ya luego por fin se fueron de este mundo y descansaron del encierro al que ‘inocentemente’ y sin maldad fueron sentenciados.

Recuerdo que mi tía viajaba a Popayán frecuentemente y una noche llegó con ellos en una caja y me dijo: “mija, mire lo que le traje”. Corrí curiosa y me asomé, viendo dos pequeños pajaritos verdes en su interior. ¡Me emocioné mucho! Esa noche estuve muy atenta de que estuvieran ‘bien’ y al otro día salimos a comprar una jaula.

No recuerdo muy bien eso de la compra, pero sí que inmediatamente después lo primero que hice fue buscarles un nombre. En esa época mi serie favorita era sobre dos ardillas: Banner y Flappy. Y suponiendo que los loritos eran hembra y macho, así les coloqué. Fue mi primer acercamiento al cuidado y protección de otros seres, que amé con locura, aunque bajo un concepto equivocado del amor. Lastimosamente no entendía que mi casa, no era su casa.

Dentro de mi inocencia, intentaba darles la mejor vida posible: les compraba su alpiste; calcio para que picotearan; les partía rodajas de pepino (les encantaba); cambiaba su periódico en la mañana y en la noche; les hice un bautizo donde mi mejor amiga (quien fue la madrina); los disfrazaba poniéndoles un gorrito de Peter Pan (porque su traje era verde). Algunas veces los sacaba al jardín, como si fuera la hora de sol para un preso. ¡Que dolor recordarlo!

Tampoco entendía que mi tía y yo habíamos ingresado a la larga cadena del tráfico de fauna silvestre, no porque fuéramos traficantes, pero sí porque se compraron unas vidas y se condenaron a la muerte en cautiverio.

El tráfico ilegal de fauna silvestre es uno de los negocios más lucrativos a nivel mundial, después de la venta de drogas ilícita y armas. En Cali, según estadísticas que maneja el Hogar de Paso del Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente-Dagma, en 2022 ingresaron 2460 animales. Y aunque no todos llegaron por operativos de control, de una u otra manera se relacionan con el tráfico porque fueron sacados de su hábitat o, en algunos casos, por destrucción de su territorio.

(Lea también: Todos contra la tenencia y tráfico ilegal de fauna silvestre)

Hoy en día podemos encontrar muchas historias parecidas a la de Banner y Flappy, algunas por personas que compran fauna silvestre para darla como regalo; otras porque les da ‘pesar’ verla cuando la ofrecen en carretera y la compran pensando en posteriormente liberarla. Es ahí cuando todos, como sociedad, tenemos que entender que la única manera de enfrentar este flagelo es no comprando fauna por ningún motivo.

No recuerdo si Banner y Flappy llegaron a mi casa después de alguna Semana Santa, porque es precisamente en esta época cuando más tráfico ilegal de fauna silvestre se registra. Según el Dagma, en 2022 y específicamente en el mes de abril, hubo 65 ingresos al Hogar de Paso relacionados con el tráfico de fauna, 19 de estos fueron por aprehensión preventiva.

Es claro que en esta temporada se incrementa el tráfico, porque venden los animales para compañía y el consumo de huevos y carne de especies como el cangrejo azul (Cardisoma crassum) y la guagua (Cuniculus paca), dos de las más traficadas en nuestra región.

Y fue precisamente para evitar estas estadísticas que desde el Dagma le dimos voz a la triste historia de los loritos. La autoridad ambiental local hace un llamado para estar alertas: además de no comprar, denunciar a quienes realizan estas acciones porque el tráfico de fauna silvestre es delito. Lo anterior se encuentra consagrado en el Artículo 328A de la Ley 2111 de 2021 y puede dar una pena de entre 60 y 135 meses de cárcel.

Banner y Flappy eran unos periquitos barreteados (Bolborhynchus lineolo). Eso no lo sabía en aquel entonces; solo lo averigüé ahora para escribir esta nota y son parte de esas especies sacadas de su hábitat, así como el tití gris  (Saguinus leucopus), el mono nocturno (Aotus griseimembra), la tortuga hicotea (Trachemys callirostris), el periquito bronceado (Brotogeris jugularis), la lora común (Amazona ochrocephala), la cotorra cheja (Pionus menstruus) y la ardilla (Notosciurus granatensis), entre otros.

Hoy me duele mucho pensar que no solo le arrebatamos la libertad a dos seres, sino que detrás de eso pudo quedar algún nido con huevos sin quién los calentara y se interrumpió una cadena de vida. Igualmente sucede cuando arrebatan de su hábitat a los primates, pues generalmente los cazadores matan a la madre para arrebatarle sus hijos.

El tráfico ilegal genera un desequilibrio en los ecosistemas porque cada especie cumple una función biológica y ecológica. Además, pone en riesgo la existencia de muchas de las especies traficadas.

Hoy Banner y Flappy están en el cielo de los animales, volando libremente, como siempre debió ser, lejos de las rejas que les puso la ignorancia humana.

 

 



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Katherine Becerra Cárdenas

Crédito foto: https://www.pinterest.es/pin/334110866088066312/


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Fecha de publicación 28/03/2023
Última modificación 28/03/2023

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