Los valores del arte: historia del Petronio Álvarez

Los valores del arte: historia del Petronio Álvarez


Cada vez que Efrén Villegas pinta un cuadro, su musa es cantar. Debe tararear alguna melodía para que sus manos puedan desenvolverse a ese ritmo. Para él es indispensable ese paso a paso, al igual que cuando va a enseñar una de sus pinturas.

¿Puedo mostrarles? dice el artista visual de 51 años, mientras está sentado junto a su stand de Detallarte durante las zonales clasificatorias de Petronio para expresiones culturales, en Villa Rica (Cauca). Para él estar ahí significa dos cosas vitales: una, reafirmar sus raíces afro y la segunda, poder compartir lo que la vida le ha enseñado.

“Que la gente pueda ver lo que hago ya es ganancia. Además de eso, poder estar en un festival como Petronio Álvarez es la manera de reafirmar mis raíces afro. Estoy orgulloso de ello”, comentó Villegas, quien abrió su negocio hace más de seis años.

Estas zonales consisten en realizar las clasificatorias para las agrupaciones musicales y las muestras de expresiones culturales que se presentarán durante el Petronio, en Cali. Son 60 municipios del Pacífico que se reúnen en ocho puntos: Buenaventura, Villa Rica, Bogotá, Quibdó, Cali, López de Micay, Barbacoas y Esmeraldas (Ecuador).

La voz afable de Efrén es acompañada con los gestos de sus manos. No se excede. Sabe controlar bien sus extremidades porque son el sustento de su vida. No solo en el tema monetario, sino por su facilidad de capturar cada detalle de quienes pasan por sus lienzos.

Sin embargo, tampoco se trata de pintar un rostro lindo porque sí. -La belleza es temporal, pero la dignidad es eterna. No todo se vende- comenta Villegas, mientras camina alrededor de la pequeña mesa donde tiene sus cuadros. Señala uno de ellos: es una mujer afro que participó en el Petronio, pero que no recuerda su nombre. En el marco de la pintura está la frase que segundos antes había recitado.

“Todo llega y pasa. A veces somos capaces de vender nuestra dignidad que es lo más valioso que tenemos. Ese valor es lo que nos hace mirar a los ojos a otra persona sin tener que avergonzarte porque le mentiste o  la violentaste. Puede que no tenga un físico extraordinario, pero lo que me conservará en el tiempo es la manera en la que me recuerden”, expresa.

La esencia de una persona no solo se enmarca en cada detalle de su rostro o en el de una escena a pintar. Por ello, algunas de las obras de Villegas van acompañadas de fragmentos de canciones o frases.

En una de sus pinturas, un hombre afro aparece bajo un fondo de tonos verdes y azules. Su rostro cabizbajo es tapado por un sombrero blanco. De esta pintura, lo más importante es el violín caucano. “Que brille la esperanza como el amanecer”, se lee en el marco.

“Es el himno de Guachené (Cauca). Allá es tierra fértil, pero hay gente que quiere enlodar el lugar. Hay mucha gente buena con grandes valores”, añade. La palabra valores, que repite una y otra vez, es un cimiento en su vida.

El Cauca ha sido, en gran medida, fuente de su inspiración. Ahí también inmortalizó a doña Fabiola, quien “desde el anonimato de su trabajo, nos ha nutrido y alimentado con sus sabrosos alimentos”; en otro cuadro aparecen los maestros, según los reconoce el pintor, Miguel y Héctor Elías, con esgrima con machete y bordón.

En ese mismo transitar en el Cauca, otro de los maestros con el que se encontró fue  el cantante Wilson Borja, que en la pintura está con una guitarra y los nombres de algunas de sus canciones alrededor de él.

“Pintar me transmite muchos conocimientos y también demasiados valores. Rescato eso de cada obra”, dice. Sin importar si no tiene ventas en un día, al final “todos salimos ganadores. La vida continúa y en todas partes sale el sol. Cada día nos vamos perfeccionando y afianzando lo que hemos aprendido”.

Pero su vida no solo pasa entre colores, lienzos, pinceles y paisajes. Su legado no quiere que pase solo por sus obras, sino también por lo que deja en las demás personas. Por eso se convirtió también en profesor de arte.

No necesita estar en un aula. El escenario es lo de menos para él. “Da lo mismo estar en un museo de Nueva York o debajo de un palo de mango. Lo que me importa es enseñarle a la gente lo que tiene que ver con el arte y la pintura”, concluye. Segundos después, vuelve a su silla a esperar a que algún curioso cruce por su stand de pinturas.

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Fecha de publicación 07/06/2023
Última modificación 07/06/2023

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