100 mediadores de un colegio público de Cali les hacen el quite a las peleas

100 mediadores de un colegio público de Cali les hacen el quite a las peleas

Cuando hay alguna señal de pelea entre estudiantes o si en el mismo salón, algún alumno siente que es acosado por otros compañeros, de inmediato surge un centenar de chicos que entre ellos disparan las alertas para convertirse en los más efectivos mediadores de conflictos.

Lo hacen a través del diálogo y de una política de “rebaja de sanciones”, toda vez que un agresor admite su responsabilidad en lastimar u ofender a otro estudiante.

Orgullosos visten sobre el uniforme de la institución educativa José María Carbonell, el chaleco azul que los distingue entre los demás escolares de este plantel, ubicado en el barrio Cristóbal Colón, del sur caleño.

A ellos se les hincha el pecho y hasta los han confundido con una especie de superhéroes, cuya consigna es la de defender la justicia y la de lograr que las diferencias se superen para mantener la convivencia, la tolerancia y el respeto por los demás.

Cuando surge un conflicto, el principal escenario de mediación es aquella mesa de madera redonda del salón contiguo a la rectoría, en un segundo piso de paredes blancas. Allí todos aplican las estrategias que en este proceso les ha impartido el mentor de esta iniciativa: el rector del José María Carbonell, Carlos Arturo Morales.

El docente cuenta que todo empezó en el año 2007, cuando el colegio llegó a matricular a alrededor de 1.500 estudiantes, pues en esa época amplió su capacidad y con ello recibió sin distinción a todo escolar, hasta a aquellos que tenían problemas de indisciplina, procedentes de otros centros educativos y que agitaron el ambiente del José María Carbonell.

Angie Osorio, de 12 años, recuerda que en esa época, el colegio empezó a cambiar la imagen de alumnos conflictivos cuando entraron en acción los primeros mediadores. Luego de estar vinculada a este programa en los últimos dos años, la pequeña entendió que los agresores tenían problemas en sus hogares o que su mal comportamiento estaba relacionado con el bajo rendimiento académico.

Estos mediadores han evitado agresiones mayores, cuando incluso han llegado parches de otros barrios buscando acalorar los ánimos en el José María Carbonell. De hecho, Daniela Giraldo, de 15 años, narra que dirimió una pelea entre dos estudiantes, un joven y una alumna, la cual había
trascendido al punto de que una pandilla había llegado al plantel. Eso fue hace dos años y como siempre, los mediadores del chaleco azul llevaron a los involucrados a la mesa redonda. “Los escuchamos y de ellos mismos partió la solución. Estábamos pendientes de que no hubiera más problemas entre ellos”, añade la adolescente del grado 10-5.

“Hemos aprendido con este proyecto a manejar las emociones y los sentimientos”, anota Daniela Narváez, del curso 11-4.

“Yo recuerdo que cuando me metí, en el salón donde yo estaba, 7-4, había tantos problemas que hubo seis mediadores”, habla apresuradamente Juan Camilo Sepúlveda.

“A mí me ha servido ser mediador. Yo era indisciplinado y ahora he mejorado mucho”, interrumpe Antonio Rosales, de 17 años.

“Pero en mi caso, ser mediadora me ha ayudado a ser menos tímida. Es chévere”, opina Mayerli Naranjo, de 16 años.

 Ahora la consigna es atacar el acoso escolar

El rector del José María Carbonell, Carlos Arturo Morales, sostiene que gracias a este programa las riñas se han reducido en los últimos cuatro años. De un promedio de 10 peleas semanales, se bajó el número a 3 y ahora recalca que casi no hay peleas.

Es por eso, que el esfuerzo de los 100 muchachos que integran el grupo de mediadores de conflictos se está concentrando en combatir el acoso escolar o como los expertos lo llaman el bullying, un fenómeno con tal presión que puede causar daños psicológicos entre los estudiantes que padecen esta situación, llevándolos a la deserción o hasta al ataque físico entre ellos mismos.

Según el rector, no se ha bajado la guardia y es por eso que los mediadores, que en sus inicios eran 50 chicos de bachillerato, se duplicó con niños que desde tercero de primaria están decididos a vestir el chaleco azul que les hace hinchar sus pechos para separar a aquellos compañeros enfurecidos.

Morales dice que este modelo lo estructuró bajo parámetros de que entre iguales es más sencillo remediar un conflicto; “en este caso, los mismos estudiantes, más que los que no somos iguales, como los docentes que estamos por fuera de ese conflicto”.

Ese centenar de alumnos tienen edades que van desde los 10 hasta los 17 años. En la sede principal del José María Carbonell estudian los más grandes y los 50 restantes, corresponden a las sedes alternas Honorio Villegas e Isabel de Castilla.

El rector anota, además, que estos muchachos han recibido capacitación de unas 30 horas por fuera de clase sobre derechos humanos, mediación, comprensión del conflicto, comunicación, cooperación, entre otros aspectos. Explica que también se aplica una especie de “rebajas de penas” que llevadas al escenario escolar son rebajas de sanciones a las que accede el agresor, cuando está en ese proceso de mediación.

Inclusive, hay padres de familia que valoran el trabajo logrado en estos cuatro años. Uno de ellos es Lida Lozano, madre de Valentina Hernández, de 13 años, quien también es mediadora. “El programa ha tenido tal impacto en los hogares y hasta en el mismo entorno”, admite la señora.

Por su parte, la Secretaría de Educación de Cali aplaude al igual que el alcalde Rodrigo Guerrero todas estas iniciativas que buscan construir y cimentar valores desde las instituciones educativas.

 


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Fecha de publicación 14/02/2012
Última modificación 14/02/2012

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