Detrás del escenario, a veces no hay sonrisas...

Detrás del escenario, a veces no hay sonrisas...

Salen al escenario, apuestos, elegantes, vistosos. Una sonrisa que brilla más que las lentejuelas de sus vestidos destaca en sus rostros. Se presentan al público: ellas despiertan envidia en las mujeres, mientras ellos arrancan suspiros en las damas. Vienen a comerse la tarima, a conquistar al jurado y al público que aplaude, grita, estimula, vocifera, ruge, para alentar a los competidores.

Chicos y chicas que participan en la preclasificatorias del X Festival Mundial de Salsa están dispuestos a dejarlo todo en la pista en la que mostrarán lo que saben, y en la que, de su desempeño,  dependerá que puedan tener la oportunidad de optar por un sitial de privilegio en el competido mundo del baile de la salsa, en la ciudad que se precia de tener más bailarines y escuelas de este género que cualquiera otra en Latinoamérica.

Empieza la música que es reto. Muchachos y muchachas están en la pista, ya no hay tiempo para el temor, no hay pensamientos para otra cosa que danzar, danzar.

Las parejas ejecutan giros que producen vértigo, alzadas en las que se arriesga todo. Vuelan por los aires como modernos ángeles que refulgen a la luz de los reflectores. Realizan pasos que tienen la precisión y la perfección producto de muchas horas de ensayo. Saltan de los cuerpos, debido a la fuerza de  los giros, algunos accesorios que adornan los cuerpos. Hay en el escenario un torbellino de belleza, sensualidad exactitud, destreza.

Ellos y ellas hacen de sus cuerpos obras de arte que se contorsionan, que trasmiten mensajes. Unen sus movimientos a la música que marca rutas, senderos invisibles de baile y por la que los pasos de los danzantes caminan como si fuera un atajo imaginario que les marca la ruta de los movimientos.

En pocos minutos cesa ese huracán de movimientos. Chicos y chicas dejan el escenario. Caminan orgullos, resueltos, triunfadores.

Dos pasos más allá de la puerta por la que abandonan el escenario, algunos caen al piso, exhaustos, sin aire, luxados, con calambres.

Mientras el público aún grita su emoción, los paramédicos y auxiliares de enfermería hacen su tarea. Sacan las botellas de oxígeno, amarran tobillos, controlan el ritmo desbordado de un corazón en agite, calman los calambres. Trabajan aprisa para devolver la normalidad a esos cuerpos que se exigieron al máximo.

Lo que no sabe el público es que atrás del escenario esperan para atender cualquier emergencia,  24 personas expertas, 2 ambulancias medicalizadas, 4 fisioterapeutas, 2 médicos.

Un conteo parcial de la jornada de este domingo 30 de agosto dio como resultado que se habían atendido 125 pacientes, que aunque sus casos no revistieran gravedad sí fueron ayudados para  estabilizarlos  oportunamente.

No hay recomendación ni sugerencias que se puedan anticipar para que esto no suceda. Son parte de ese duro ejercicio de la danza, que exige al máximo de esos muchachos y muchachas que buscan la gloria y que dan todo de sí al salir al escenario para exhibirse ante un jurado exigente y un público que espera lo mejor de quienes son sus ídolos y a quienes desean ver triunfantes.

Hay que destacar el compromiso del equipo de atención de estos procesos.

Hombres y mujeres que están prestos a atender el más mínimo incidente con los bailarines, son experimentados en Festivales porque ya han trabajado en varios y son personas con gran experiencia y capacitación, los que ayudan a que se vuelva a la realidad luego de ese momento en que chicos y chicas, con el baile, tratan de alcanzar el esquivo regalo del triunfo.

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Secretaria de Cultura y Turismo /Manuel Tiberio Bermúdez


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Fecha de publicación 31/08/2015
Última modificación 31/08/2015

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